LA MOMIA DEL SALAR
La cuenca de sus ojos era ancha y profunda, como si hubiesen esculpido dos esferas en su rostro. Sus huesos tenían un color parduzco que se asemejaba a una piel bronceada y saludable; aquello le daba una consistencia tan vívida al esqueleto que Emilia no sintió miedo. Era una momia bella, bellísima. La mantenían recostada en la sala principal del museo, pues su hallazgo había conmocionado a la ciudad de San Pedro de Atacama y para la niña significaba el inicio de extraños acontecimientos.

BRUNO Y LOS ECLIPSES
RABICÚN
LA DECISIÓN DE EMA
BRUNO Y LA LUZ
APARTAMENTO 11
¡ADIÓS MR. CHIPS!
EL TIGRE QUE TENÍA MIEDO A LAS GALLINAS
CARTA DE UNA DESCONOCIDA
SALOMÉ – UNA MUJER SIN IMPORTANCIA
ORFEO
LA CASA DEL AHORCADO
EL ORO DE LA CORONA
RAMIRO MIRÓN O EL RATÓN ESPÍA
UNA HISTORIA DE PELUCHE 

