NO HAY QUE MIRAR A LOS MUERTOS
Tras treinta años de ausencia, Milan Petrovic vuelve a Chile para atestiguar los últimos días en la tierra de su padre. Chile, ese eriazo tan remoto y presuntuoso, se yergue como un monolito que consagra la modesta, aunque plena, felicidad de la infancia, pero en el que también están inscritos los nombres de las víctimas de la dictadura.

EPIFANÍA EN EL DESIERTO
DIBUJOS DE HIROSHIMA
TÚ
SIRA
SÓLO NECESITO UN GATO
POBRES DIABLOS
NUNCA JAMÁS
NOCHES BLANCAS
MI PERRO Y YO
MUJERES DEL ALMA MÍA 

